domingo, 7 de octubre de 2012

Capitulo 7, 3/3


Bajo mi lápiz. Terminado. Mi examen final está terminado. Siento la sonrisa del gato Risón extenderse en mi rostro. Probablemente es la primera vez que he sonreído en toda la semana. Es viernes y celebraremos esta noche, celebrar de verdad. ¡Incluso podría emborracharme! Nunca antes he estado borracha. Le doy un vistazo a través de la sala de deportes a Kate, quién continúa garabateando furiosamente, a cinco minutos para terminar. Esto es todo, el final de mi carrera académica. Nunca tendré que volver a sentarme entre filas de ansiosos y aislados estudiantes. Dentro de mi cabeza estoy haciendo elegantes piruetas, sabiendo muy bien que ese es el único lugar en el que puedo hacerlas. Kate deja de escribir y baja su lápiz. Me mira y también veo su sonrisa de gato Risón.

Volvemos a nuestro apartamento en su Mercedes, negándonos a hablar de nuestro examen final. Kate está más preocupada por lo que llevará puesto esta noche en el bar. Yo estoy ocupada intentando tomar mis llaves dentro del bolso.

—Ana, hay un paquete para ti. —Kate está de pie en los escalones de la puerta principal sosteniendo un paquete envuelto en papel marrón. Qué raro. No he encargado nada en Amazon recientemente.
Kate me da el paquete y toma mis llaves para abrir la puerta principal. Esta dirigido a la Srta. ____(tn) Steel. No hay un nombre o dirección de remitente. Quizás sea de mi mamá o de Ray.

—Probablemente es de mis padres.

—¡Ábrelo! —Kate está emocionada mientras se dirige a la cocina por nuestra “Champán para celebrar que nuestros exámenes han acabado”

Abro el paquete y dentro encuentro una cajita mediana de cuero que contiene tres libros aparentemente idénticos, cubiertos con tela vieja y una tarjeta blanca. Escrita por un solo lado, con tinta negra y una clara letra cursiva, dice lo siguiente:

¿Por qué no me dijiste que había peligro? ¿Por qué no me advertiste?
Las damas saben de lo que deben protegerse, ya que leen novelas en las que se les previene de estos trucos…


Reconozco la cita de Tess. Estoy aturdida por la ironía de que acabo de pasar tres horas escribiendo acerca de las novelas de Thomas Hardy en mi examen final. Quizás no es una ironía… quizás es deliberado. Inspecciono los libros de cerca, tres volúmenes de Tess of the d'Urbervilles. Abro el libro. Escrito en el frente con algún tipo de letra antigua, está lo siguiente:  “Londres: Jack R. Osgood, McIlvaine & Co,1981.”

Santa mi.er.da, son primeras ediciones. Deben valer una fortuna y sé de inmediato quién las envía. Kate está sobre mi hombro contemplando los libros. Toma la tarjeta.

—Primeras ediciones —susurro.

—No. —Los ojos de Kate se amplían con incredulidad—. ¿Bieber?

Asiento con la cabeza.

—No puedo pensar en nadie más.

—¿Qué significa esta tarjeta?

—No tengo la menor idea. Creo que es una advertencia, honestamente, él continúa advirtiéndome. No tengo ni idea de por qué. No es como si estuviera golpeando a su puerta. —Frunzo el ceño.
—Sé que no quieres hablar de él, Ana, pero de verdad está afectándote. Con o sin advertencias.

No me he permitido obsesionarme con Justin Bieber durante esta última semana. Bueno… sus ojos mieles siguen frecuentando mis sueños y sé que me tomará una eternidad sacar la sensación de sus brazos a mi alrededor y su maravillosa fragancia de mi cerebro. ¿Por qué me envió esto? Me dijo que yo no era para él.

—He encontrado una primera edición de Tess en venta en Nueva York en 14.000 dólares. Pero la tuya se ve mucho mejor. Debe haber costado más. —Kate le está consultando a su buen amigo Google.

—Esta cita, Tess se la dice a su madre luego de que Alec D’Urberville le ha hecho una de sus maldades.

—Ya lo sé —reflexiona Kate—. ¿Qué intenta decir?

—No sé y no me importa. No puedo aceptar estos libros. Los enviaré de regreso con una cita igual de desconcertante de alguna parte oscura del libro.

—¿La cita en la que Angel Clare dice “vete a la mi.er.da”? —pregunta Kate con el rostro completamente serio.

—Sí, esa cita. —Me río. Amo a Kate, es tan leal y solidaria. Embalo los libros y los dejo en la mesa del comedor. Kate me da una copa de Champán.

—Por el término de los exámenes y nuestra nueva vida en Seattle. —Kate sonríe abiertamente.

—Por el término de los exámenes, nuestra nueva vida en Seattle y excelentes resultados. —Chocamos las copas y bebemos .

Capitulo 7, 2/3


Kate está sentada en la mesa del comedor con su computadora portátil cuando llego. Su sonrisa de bienvenida se desvanece en cuanto me ve.

—____(tn) ¿qué va mal?

Ay no… no el Interrogatorio Katherine Kavanagh. Niego con la cabeza, imitando su estilo de “ríndete ahora”, pero bien podría estar lidiando con un ciego sordomudo.

—Has estado llorando. —Ella tenía un don excepcional para señalar los malditos hechos obvios algunas veces—. ¿Qué te hizo ese ca.brón? —gruñe y su rostro… Jesús, da miedo.

—Nada Kate. —En realidad ese el problema. El pensamiento trae una sonrisa irónica a mi rostro.

—Entonces, ¿por qué has estado llorando? Tú nunca lloras —dice, su voz suavizándose. Se pone de pie, sus ojos verdes rebosantes de preocupación. Pone sus brazos a mí alrededor y me abraza. Necesito decirle algo para hacerla retroceder.

—Estuve a punto de ser golpeada por un ciclista. —Es lo mejor que puedo hacer, pero la distrae momentáneamente de… él.

—Por Dios, ____(tn), ¿Estás bien? ¿Te lastimaste? —Me sostiene con el brazo extendido y me mira rapidamente.

—No. Justin me salvó —susurro—, pero estaba muy conmocionada.

—No me sorprende. ¿Cómo estuvo el café? Sé que lo odias.

—Tomé un té. Estuvo bien, nada que reportar en realidad. No sé por qué me lo pidió.

—Le gustas ____(tn). —Deja caer sus brazos.

—Ya no. No voy a volver a verlo. —Sí, de hecho consigo hacerlo sonar como que no me importa.

—¿De veras?

****. Está intrigada. Me dirijo a la cocina para que no pueda ver mi rostro.

—Sí… él está un poco fuera de mi liga Kate —digo tan secamente como puedo.

—¿Qué quieres decir?

—Ay Kate, es obvio. —Me doy media vuelta y la enfrento cuando se detiene en el umbral de la cocina.

—No lo es para mí —dice—. De acuerdo, tiene más dinero que tú, pero entonces ¡también tiene más dinero que la mayoría de las personas en América!

—Kate él es… —Me encojo de hombros.

—¡____(tn)! Por el amor de Dios, ¿Cuántas veces debo decírtelo? Eres absolutamente divina —me interrumpe. Ay no. Va comenzar con eso de nuevo.

—Kate, por favor. Tengo que estudiar —la interrumpo. Ella frunce el ceño.

—¿Quieres ver el artículo? Ya está terminado. José tomó algunas fotos realmente buenas.

¿Necesito un recordatorio visual del hermoso Justin no-te-quiero Bieber?

—Claro. —Conjuro una sonrisa en mi rostro y camino hasta el portátil. Y allí está él, mirándome en blanco y negro, mirándome y encontrándome carente de algo.
Pretendo leer el artículo, todo el tiempo encontrando su mirada miel, buscando en la fotografía alguna pista que me diga por qué no es el hombre adecuado para mí, según sus propias palabras.

Y de pronto, salta a la vista. Es demasiado gloriosamente bien parecido. Somos polos opuestos y de dos mundos muy diferentes. Tengo una visión de mí misma como Ícaro volando demasiado cerca del sol, ardiendo y estrellándome como resultado. Sus palabras cobran sentido. No es adecuado para mí. Esto es lo que quería decir y hace que su rechazo sea más fácil de aceptar… casi. Puedo vivir con esto. Lo comprendo.

—Muy buen trabajo, Kate. —Me las arreglo para decir—. Voy a estudiar. —No voy a pensar en él de nuevo por ahora, me comprometo conmigo misma y abriendo mis apuntes, comienzo a leer.

Es sólo cuando estoy acostada, intentando dormir, que le permito a mis pensamientos ir a la deriva, regresando a mi extraña mañana. Sigo volviendo a lo de “no suelo salir con nadie” y me enfado por haberla recordado antes, cuando estaba en sus brazos suplicándole mentalmente con cada fibra de mi ser que me besara. Lo había dicho allí y antes. No me quería como novia. Me pongo de costado. Ociosamente, me pregunto si tal vez es célibe. Cierro los ojos y comienzo a dejarme ir. Quizás se reserva para alguien especial. Bueno, no para ti, mi subconsciente soñoliento me da un golpe final antes de liberarse dentro de mis sueños.

Y esa noche, sueño con ojos mieles, diferentes formas de hojas verdes en leche, corro a través de lugares oscuros con espectrales luces fluorescentes y no sé si corro hacia o estoy escapando de algo… simplemente no está claro.


Capitulo 7



Bésame, maldita sea! Le suplico, pero no me puedo mover. Estoy paralizada por una extraña y desconocida necesidad, completamente cautivada por él. Miro fijamente la exquisitamente esculpida boca de Justin Bieber, hipnotizada y él me devuelve la mirada, sus ojos escurecidos y entornados. Respira con más fuerza de lo habitual y yo he dejado de respirar por completo. Estoy en tus brazos. Bésame, por favor. Cierra los ojos, respira profundamente y me ofrece una breve señal de negación con la cabeza, como si respondiera a mi silenciosa petición. Cuando abre los ojos de nuevo, lo hace con algún nuevo propósito, una firme resolución.


—____(tn), debes mantenerte lejos de mí. No soy el hombre adecuado para ti —susurra.

¿Qué? ¿A qué viene esto? Ciertamente debería ser yo quien decida eso. Le frunzo el ceño y niego con la cabeza.

—Respira, ____(tn), respira. Voy a ponerte de pie y a dejarte ir —dice en voz baja y me aleja con gentileza.


La adrenalina se ha disparado a través de mi cuerpo, ya sea por el fallido atropellamiento del ciclista o por la embriagadora proximidad de Justin, dejándome ansiosa y débil. ¡No! Grita mi mente cuando él se aleja, dejándome desamparada. Tiene sus manos sobre mis hombros, sosteniéndome con sus brazos extendidos, observando mis reacciones cuidadosamente. Y en lo único en lo que puedo pensar es en que quería ser besada, que lo hice malditamente obvio y él no lo hizo. No me quiere. Realmente no me quiere. He estropeado magníficamente el café de la mañana.

—Lo tengo —respiro, encontrando mi voz—. Gracias —murmuro, inundada de humillación. ¿Cómo pude haber malinterpretado tanto la situación entre nosotros? Tengo que alejarme de él.

—¿Por qué? —Frunce el ceño. Aún mantiene sus manos sobre mis hombros.

—Por salvarme —susurro.

—Ese idi.ota manejaba en sentido contrario. Me alegro de que estaba aquí. Me estremezco al pensar lo que te podría haber pasado. ¿Quieres venir y sentarte en el hotel por un momento?

Me libera, las manos a ambos lados de su cuerpo y estoy de pie frente a él sintiéndome como una tonta.

Con una sacudida, aclaro mi cabeza. Simplemente quiero irme. Todas mis vagas y no articuladas esperanzas han sido frustradas. No me quiere. ¿En qué estaba pensando? Me regaño. ¿Qué querría Justin Bieber contigo? Mi subconsciente se burla de mí. Envuelvo mis brazos a mí alrededor, me giro para hacerle frente a la calle y tomo nota con alivio de que el hombre verde ha aparecido. Rápidamente atravieso la calle, consciente de que Bieber está detrás de mí. Fuera del Hotel, me volteo brevemente para hacerle frente pero no puedo mirarlo a los ojos.

—Gracias por el té y por hacer la sesión de fotos —murmuro.

—____(tn)… Yo… —Se detiene, y la angustia en su voz reclama mi atención, por lo que contra mi voluntad me encuentro mirándole detenidamente. Sus ojos mieles lucen sombríos cuando se pasa una mano por el cabello. Se ve contrariado, frustrado, sus expresiones son crudas. Todo su cuidadoso control se ha evaporado.

—¿Qué, Justin? —espeto con irritación después que él dice… nada. Sólo quiero irme. Tengo que llevarme lejos mi frágil y herido orgullo y de alguna manera cuidar de él hasta que sane.

—Buena suerte con tus exámenes —murmura.

¿Eh? ¿Esta es la razón de por qué se ve tan desolado? ¿Esta es la gran despedida? ¿Simplemente desearme suerte en mis exámenes?

—Gracias. —No puedo ocultar el sarcasmo en mi voz—. Adiós, Señor Bieber.

Me vuelvo sobre mis talones, vagamente sorprendida porque no tropiezo y sin darle un segundo vistazo, desaparezco por la vereda hacia el estacionamiento subterráneo.

Una vez bajo el oscuro, frío concreto del estacionamiento con sus sombrías luces fluorescentes, me apoyo contra la pared y pongo la cabeza en mis manos. ¿En qué estaba pensando? Espontáneas e indeseadas lágrimas llenan mis ojos. ¿Por qué estoy llorando? Me hundo en el suelo, enojada conmigo misma por esta reacción sin sentido. Doblando mis rodillas, me doblo sobre mí misma. Quiero hacerme tan pequeña como sea posible. Quizás así este absurdo dolor sea menor mientras más pequeña me vuelva. Colocando la cabeza sobre mis rodillas, dejo que las irracionales lágrimas caigan sin restricciones. Lloro por la pérdida de algo que nunca tuve. Qué ridículo. Estar en duelo por algo que nunca fue… mis frustrados sueños, esperanzas y mis deterioradas expectativas.


Nunca había recibido un rechazo. De acuerdo… sí era una de las últimas en ser escogida para el baloncesto o el voleibol, pero entendía eso: correr y hacer algo más mismo tiempo, como hacer rebotar o lanzar una pelota, no es lo mío. Soy realmente pasiva en cualquier tipo de deporte.


Aunque románticamente, nunca me he puesto a mí misma en esa posición, jamás. Una vida de inseguridad: soy demasiado pálida, demasiado flacucha, demasiado desaliñada, descoordinada y una larga lista de defectos que continúa. He sido siempre la primera en rechazar a cualquiera que pudiera ser considerado como un admirador. Había un chico en mi clase de química que me gustaba, pero nunca nadie ha despertado mi interés, nadie excepto Justin maldito Bieber. Quizá debería ser más amable con gente a la que le gusto, como Paul Clayton y José Rodríguez, aunque estoy segura que ninguno de ellos ha sido encontrado sollozando a solas en lugares oscuros. Quizás todo lo que necesito es un buen llanto.


¡Detente! ¡Detente ahora! Mi subconsciente está gritándome metafóricamente, de brazos cruzados, apoyándose en una pierna y golpeando con su pie en señal de frustración. Sube al auto, ve a casa y continúa con tus estudios. Olvídate de él… ¡Ahora! Y detén toda esta mi.er.da de regodearte en la autocompasión.

Inhalo profundamente, me estabilizo y me levanto. Espabílate Steel. Mientras me dirijo al automóvil de Kate seco las lágrimas de mi rostro. No pensaré en él de nuevo. Puedo lidiar con este incidente como si fuera sólo una experiencia más y concentrarme en mis exámenes.


Capitulo 6, 3/3


¡Mi.er.da! Él está recordando la pregunta "homosexual". Una vez más, me mortifico. Durante los próximos años, lo sé, necesitaré terapia intensiva para no sentirme avergonzaba cada vez que recuerde ese momento. Empiezo a balbucear sobre mi madre… cualquier cosa para bloquear ese recuerdo.

—Mi madre es maravillosa. Es una romántica incurable. Actualmente va por su cuarto marido.

Levanta sus cejas sorprendido.

—La echo de menos —continúo—. Ella tiene ahora a Bob. Y sólo espero que él pueda estar pendiente de ella y recoger sus pedacitos cuando sus planes no vayan como estaba previsto. —Sonrío con cariño. No he visto a mi madre desde hace mucho tiempo.

Christian está mirándome fijamente, tomando sorbos de su café de vez en cuando. Realmente no debería mirar su boca. Esos labios… son inquietantes.

—¿Te llevas bien con tu padrastro?

—Por supuesto. Crecí con él. Es el único padre que conozco.

—¿Y cómo es él?

—¿Ray? Es… reservado.

—¿Eso es todo? —pregunta Bieber, sorprendido.

Me encojo de hombros. ¿Qué espera este hombre? ¿La historia de mi vida?

—Reservado como su hijastra —sugiere Bieber.

Me abstengo de poner mis ojos en blanco hacia él.

—Le gusta el fútbol, el fútbol europeo sobre todo, los bolos, pescar y hacer muebles. Es carpintero. Ex carpintero —suspiro.

—¿Viviste con él?

—Sí. Mi madre encontró a su tercer marido cuando yo tenía quince años. Y me quedé con Ray.

Frunce el entrecejo como si no entendiera.

—¿No quisiste ir a vivir con tu madre? —pregunta.

Me ruborizo. Esto realmente no es de su incumbencia.

—Su tercer marido vivía en Texas. Mi casa estaba en Montesano. Y… ya sabes, mi mamá estaba recién casada. —Me detengo.

Mamá nunca habla sobre su tercer marido. ¿Hacia dónde quiere ir Bieber con esto? Esto no es de su incumbencia. Los dos podemos jugar a este juego.

—Háblame sobre tus padres —pregunto.

Él se encoge de hombros.

—Mi padre es abogado, mi madre es pediatra. Ellos viven en Seattle.

¡Ah…! él pertenece a una familia acomodada. Y me pregunto por la próspera pareja que adopta a tres niños, uno de ellos se convierte en un atractivo hombre que asume el control empresarial y lo conquista sin la ayuda de nadie. ¿Qué lo llevó a ser así? Sus padres deben de estar orgullosos.

—¿Qué hacen tus hermanos?

—Elliot trabaja en construcción y mi hermana pequeña está en París, estudiando cocina bajo la supervisión de algún famoso chef francés.

Sus ojos se nublan con irritación. No quiere hablar de su familia o de sí mismo.

—He oído que París es encantador —murmuro. ¿Por qué no quiere hablar sobre su familia? ¿Porque es adoptado?

—Es bonito. ¿Has estado ahí? —pregunta, su irritación desaparece.

—Nunca he salido de Estados Unidos. —Así que ahora regresamos a las trivialidades. ¿Qué está escondiendo?

—¿Te gustaría ir?

—¿A París? —rechino. Esto me desconcierta, ¿quién no querría ir a París?—. Claro —admito—. Pero es Inglaterra lo que realmente me gustaría visitar.

Inclina su cabeza a un lado, recorriendo con su dedo índice su labio inferior… ¡Oh, Dios!

—¿Por qué?

Parpadeo rápidamente. Concéntrate, Steele.

—Está la casa de Shakespeare, Austen, las hermanas Brontë, Thomas Hardy. Me gustaría ver los lugares que inspiraron a esas personas para escribir eso maravillosos libros.

Toda esta charla sobre los clásicos literarios me recuerda que debería estar estudiando. Echo una ojeada a mi reloj.

—Será mejor que me vaya. Tengo que estudiar.

—¿Para tus exámenes?

—Sí. Comienzan el martes.

—¿Dónde está el automóvil de la señorita Kavanagh?

—En el estacionamiento del hotel.

—Te acompaño.

—Gracias por el té, señor Bieber.

Sonríe divertido y percibo una enorme sonrisa secreta.


—Eres bienvenida, ____(tn). Es un placer. Ven —ordena y me tiende su mano.
La tomo, aturdida y lo sigo fuera de la cafetería.

Paseamos de vuelta al hotel y me gustaría decir que el silencio es afable. Él parece tranquilo al menos, seguro de sí mismo. En cuanto a mí, estoy intentando evaluar desesperadamente cómo ha ido nuestro café de la mañana. Me siento como si me hubiera entrevistado para un empleo, pero no estoy segura de que sea eso.

—¿Siempre llevas pantalón? —pregunta inesperadamente.

—Normalmente.

Asiente con la cabeza. Estamos de regreso en la intersección, frente al hotel. Mi mente está dando vueltas. Qué pregunta tan extraña… Y soy consciente de que nuestro tiempo juntos es limitado. Eso es todo. Es así y lo he echado a perder por completo, lo sé. Quizás él tiene a alguien.


—¿Tienes novia? —digo bruscamente. ¡Santo cielo! ¿Acabo de decir eso en voz alta? Sus labios se curvan en una peculiar medio sonrisa y mira hacia abajo, hacia mí.

—No, ____(tn). No tengo novia —dice suavemente.


¡Oh…! ¿Qué significa? ¿No es homosexual? Oh, quizás es… ¡****! Debe de haberme mentido en su entrevista. Y por un momento, creo que va a continuar con alguna explicación, alguna pista sobre esta criptica declaración, pero no lo hace. Tengo que irme. Tengo que intentar reordenar mis pensamientos. Tengo que alejarme de él. Camino hacia adelante y tropiezo, saliendo precipitadamente hacia el camino.


—¡****, ____(tn)! —grita Bieber.

 Me toma de la mano y lo hace con tanta fuerza que caigo contra él, justo cuando un ciclista pasa a toda velocidad yendo en la dirección incorrecta por la calle de sentido único y casi me atropella.

Todo pasa tan rápido, en un minuto estoy cayendo, al próximo estoy en sus brazos y él me está sosteniendo fuertemente contra su pecho. Inhalo su aroma limpio y vital. Él huele a ropa de lino recién lavada y a algún caro gel de baño. ¡Oh Dios, es embriagador! Inhalo profundamente.

—¿Estás bien? —susurra. Tiene un brazo a mí alrededor, estrechándome contra él, mientras los dedos de su otra mano trazan suavemente mi rostro, sondeando suavemente, examinándome. Su pulgar roza mi labio inferior y escucho cómo contiene la respiración. Está mirándome fijamente a los ojos y sostengo su mirada ansiosa, ardiente durante un momento o quizás sea por siempre… pero finalmente, su hermosa boca atrae mi atención.

¡Oh Dios! Y por primera vez en veintiún años, quiero ser besada. Quiero sentir su boca contra la mía.

Capitulo 6, 2/3


—¿Quién?

—El fotógrafo. José Rodríguez.

Me río, nerviosa pero curiosa. ¿Qué le daría esa impresión?

—No. José es un buen amigo mío, eso es todo. ¿Por qué pensaste que era mi novio?

—La forma en que le sonreíste y él a ti. —Sus ojos mieles sostienen mi mirada. Es tan desconcertante. Quiero mirar hacia otro lado, pero estoy atrapada… hechizada.

—Es más como familia —susurro.

Bieber asiente con la cabeza ligeramente, al parecer satisfecho con mi respuesta y mira hacia su muffin de arándanos. Sus largos dedos retiran con habilidad el papel mientras lo miro fascinada.

—¿Quieres un poco? —me pregunta y esa sonrisa secreta y divertida está de regreso.

—No, gracias. —Frunzo el ceño y miro hacia mis manos de nuevo.

—Y el chico que conocí ayer en la tienda. ¿Es tu novio?

—No. Pablo es sólo un amigo. Te lo dije ayer. —Oh, esto se está poniendo tonto.

—¿Por qué me lo preguntas?

—Pareces nerviosa alrededor de los hombres.

Mi.er.da, eso es personal. Sólo estoy nerviosa a tu alrededor, Bieber.

—Te encuentro intimidante.

Me sonrojo hasta llegar a escarlata, pero mentalmente me doy palmaditas en la espalda por mi franqueza y vuelvo la mirada a mis manos otra vez. Puedo escucharlo inhalar fuertemente.

—Deberías encontrarme intimidante. —Asiente con la cabeza—. Eres muy honesta. Por favor, no bajes la mirada. Me gusta ver tu rostro.
Oh. Pongo la mirada en él y me da una sonrisa alentadora, pero irónica—. Me da una especie de idea de lo que podrías estar pensando. —Respira—. Eres un misterio, señorita Steele.

¿Misteriosa? ¿Yo?

—No hay nada misterioso en mí.

—Creo que eres muy reservada —murmura.

¿Lo soy? Wow... ¿Cómo voy a manejar eso? Esto es desconcertante. ¿Yo, reservada? De ninguna manera.

—Excepto cuando te ruborizas, por supuesto, lo que sucede a menudo. Sólo desearía saber el por qué de tu rubor.

Lanza un pequeño trozo de muffin a su boca y comienza a masticarlo lentamente, sin despegar sus ojos de mí. Y por supuesto, como si fuera el momento justo, me ruborizo.

—¿Siempre haces ese tipo de observaciones personales?

—No me había dado cuenta que lo hacía. ¿Te he ofendido? —Sonaba sorprendido.

—No —contesto sinceramente.

—Bueno.

—Pero eres muy prepotente —contraataco tranquilamente.

Levanta sus cejas y, si no me equivoco, su cara se enrojece ligeramente también.

—Estoy acostumbrado a hacer las cosas a mi manera, ____(tn) —murmura—. En todas las cosas.

—No lo dudo. ¿Por qué no me pediste que te llamara por tu nombre? —Estoy sorprendida por mi atrevimiento. ¿Por qué esta conversación se ha puesto tan seria?

No va de la manera que en que pensé que iba a ir. No puedo creer que esté sintiendo tanta antipatía hacia él. Es como si estuviera intentando ahuyentarlo.

—Las únicas personas que usan mi nombre son mi familia y unos pocos amigos íntimos. Es así como quiero que sea.

Oh. Él todavía no me ha dicho, llámame Justin. Es un fanático del control, no hay ninguna otra explicación y una parte de mí está pensando que quizás habría sido mejor que Kate lo hubiera entrevistado. Dos fanáticos del control juntos. Un añadido es que ella es casi rubia —bueno, rubia oxigenada—, como todas las mujeres en su oficina. Y es hermosa, me recuerda mi subconsciente. No me gusta la idea de Justin y Kate juntos. Tomo un sorbo de mi té y Bieber come otro pequeño trozo de su muffin.

—¿Eres hija única? —pregunta.

Oh… cambio de tema.

—Sí.

—Háblame sobre tus padres.

¿Por qué quiere saber esto? Esto es tan aburrido.

—Mi madre vive en Georgia con su nuevo marido, Bob. Mi padrastro vive en Montesano.

—¿Y tu padre?

—Mi padre murió cuando yo era un bebé.

—Se podría decir eso.

Frunce el entrecejo.

—No me das mucha información, ¿verdad? —dice secamente, frotando su barbilla como si pensara profundamente.

—Tú tampoco.

—Lo siento —murmura y una fugaz mirada triste cruza su rostro.

—No lo recuerdo.

—¿Y tu madre volvió a casarse?

Resoplo.

—Tú me has interrogado ya una vez y yo trato de hacer algunas preguntas. —Me sonríe.

Capitulo 6




—Estoy ansioso por leer el artículo, señorita Kavanagh —murmura Bieber y se vuelve hacia mí, de pie junto a la puerta
—¿Podría caminar conmigo, señorita Steele? —pregunta.

—Claro —digo, totalmente desconcertada. Miro ansiosamente a Kate, quien se encoge de hombros. Me doy cuenta de que José tiene el ceño fruncido detrás de ella.

—Buen día para todos —dice Bieber mientras abre la puerta, parándose a un lado para que yo pueda ir primero.

Infierno Santo... ¿qué es esto? ¿Qué quiere? Me detengo en el pasillo del hotel, moviéndome nerviosamente mientras Bieber sale de la habitación, seguido por el Sr. corte de militar en su traje impecable.

—Yo te llamo, Kenny —murmura a corte de militar.

Kenny camina por el pasillo y Bieber vuelve sus ardientes ojos mieles hacia mí.

—Me preguntaba si te gustaría acompañarme a tomar café esta mañana.

Mi corazón salta de golpe hasta mi boca. ¿Una cita? Justin Bieber  me está pidiendo una cita. Pregunta si deseo tomar un café. Tal vez piensa que no te has despertado todavía, mi subconsciente gime en un modo burlón otra vez. Me aclaro la garganta tratando de controlar mis nervios.

—Debo llevar a todos a casa —murmuro en tono de disculpa, retorciendo mis manos y dedos frente a mí.

—¡Kenny! —llama, haciéndome saltar.

 Kenny, que se había retirado por el pasillo, se da la vuelta y se dirige de nuevo hacia nosotros.

— ¿Regresan a la universidad? —pregunta Bieber, su voz suave e inquietante. Asiento con la cabeza, demasiado aturdida como para hablar.

—Kenny puede llevarlos. Es mi chofer. Tenemos un amplio 4x4 aquí, así que podrá también con el equipo.

—¿Señor Bieber? —pregunta Kenny cuando llega hasta nosotros, dejando algo de distancia.

—Por favor, ¿puedes llevar al fotógrafo, su ayudante y a la señorita Kavanagh de vuelta a casa?

—Por supuesto, señor —responde Kenny.

—Ahí lo tienes. Ahora, ¿puedes acompañarme a tomar un café? —Bieber sonríe como si fuera un hecho.

Frunzo el ceño ante él.

—Um, Sr. Bieber, eh… esto realmente... mire, Kenny no tiene que llevarlos a casa.

Le doy una breve mirada a Kenny.

—Puedo cambiar de vehículo con Kate, si me da un momento.


Bieber muestra una deslumbrante, descontrolada, natural y gloriosa sonrisa mostrando los dientes. Oh mi... y abre la puerta de la suite para que pueda volver a entrar. Me deslizo alrededor de él para entrar en la habitación, encontrando a Katherine sumergida en una discusión con José.

—____(tn), creo que definitivamente le gustas —dice sin preámbulos. José me mira con desaprobación—. Pero no confío en él —añade. Levanto mi mano hacia arriba con la esperanza de que deje de hablar. Por algún milagro, lo hace.

—Kate, si tomas el Beetle, ¿puedo quedarme con tu auto?

—¿Por qué?

—Justin Bieber  me ha pedido que vaya a tomar un café con él.

Su boca se abre. ¡Kate sin palabras! Saboreo el momento. Me toma por el brazo y me arrastra hacia el dormitorio fuera de la sala de estar de la suite.

—____(tn), hay algo en él. —Su tono de voz está lleno de advertencia—. Es hermoso, estoy de acuerdo, pero creo que es peligroso. Especialmente para alguien como tú.

Él sonríe.

—Después de usted, señorita Steele.

Se endereza, extendiendo su mano para que pase primero. Hago mi camino por el pasillo, con mis rodillas inestables, mi estómago lleno de mariposas y mi corazón latiendo en mi boca con un dramático ritmo desigual. Voy a tomar un café con Justin Bieber... y odio el café.

Caminamos juntos por el pasillo del hotel hasta los ascensores. ¿Qué debo decirle? Mi mente está paralizada repentinamente con aprensión. ¿De qué vamos a hablar? ¿Qué diablos tengo en común con él? Su voz suave y cálida me saca de mi ensueño.

—¿Cuánto tiempo hace que conoce a Katherine Kavanagh?

Ah, una pregunta fácil para empezar.

—Desde nuestro primer año. Es una buena amiga.

—Hmm —responde, sin compromiso. ¿Qué está pensando?

En los ascensores, presiona el botón de llamada y suena el timbre casi de inmediato. Las puertas deslizables se abren revelando a una joven pareja en un abrazo apasionado. Sorprendidos y avergonzados, se separan de un salto, mirando con aire de culpabilidad hacia todos lados excepto a nosotros.

 Bieber y yo subimos al ascensor. Luchando por mantener un rostro serio, miro hacia el suelo, sintiendo mis mejillas volverse rosadas. Cuando fisgoneo a través de mis pestañas hacia Bieber, observo una  sonrisa en sus labios, pero es muy difícil de decir. La joven pareja no dice nada y viajamos hacia el primer piso en un silencio embarazoso. Ni siquiera tenemos un pretencioso hilo musical que nos distraiga.

Las puertas se abren y, para mi sorpresa, Bieber toma mi mano, apretándola con sus largos y fríos dedos. Siento la corriente a través de mí y el latido de mi corazón se acelera. A medida que me ayuda a salir del ascensor, escuchamos la erupción de carcajadas reprimidas de la pareja detrás de nosotros. Bieber sonríe.

—¿Qué es lo que tienen los ascensores? —murmura.

Cruzamos el amplio y animado vestíbulo del hotel hacia la entrada, pero Bieber evita la puerta giratoria y me pregunto si se debe a que tendría que soltar mi mano.

Afuera, es un templado domingo de mayo. El sol brilla y el tráfico es ligero. Bieber gira a la izquierda y camina hacia la esquina, donde nos detenemos a esperar a que cambie la luz del semáforo para peatones.

Todavía está sosteniendo mi mano. Estoy en la calle y Justin Bieber  está tomando mi mano. Nadie ha tomado mi mano. Me siento mareada y con un hormigueo en todo el cuerpo. Intento sofocar la mueca ridícula que amenazacon dividir mi rostro en dos. Trata de ser genial, ____(tn),mi subconsciente me implora. Entonces, el hombrecito verde se enciende y comenzamos a caminar otra vez.

Caminamos cuatro cuadras antes de llegar al Café de Portland House, en donde Bieber  me suelta para mantener la puerta abierta para que pueda entrar.

—¿Por qué no eliges una mesa mientras voy a buscar las bebidas? ¿Qué le gustaría? —pregunta, amable como siempre.

—Voy a tomar... um, un té English Breakfast, con la bolsa afuera.

Levanta las cejas.

—¿No café?

—No estoy interesada en el café.

Sonríe.

—Está bien, bolsa de té. ¿Azúcar?

Por un momento, estoy sorprendida, pensando que es una palabra de cariño, pero afortunadamente, mi subconsciente se activa con los labios fruncidos. No, *beep*. ¿Tomas azúcar?

—No, gracias. —Miro hacia abajo a mis dedos cruzados.

—¿Algo para comer?

—No, gracias. —Niego con la cabeza y se dirige al mostrador.

Lo miro disimuladamente desde debajo de mis pestañas mientras se encuentra en la línea de espera para ser atendido. Podría mirarlo todo el día... es alto, de hombros anchos, delgados y la forma en que los pantalones cuelgan de su cadera... ¡Oh Dios! Pasa una o dos veces sus dedos largos y elegantes por su cabello seco, pero todavía desordenado. Hmm... Me gustaría hacer eso. El pensamiento viene espontáneamente a mi mente y mi rostro quema. Me muerdo el labio y miro abajo hacia mis manos otra vez, sin gustarme el curso de mis pensamientos rebeldes.

—¿Un penique por tus pensamientos? —Bieber está de vuelta, sorprendiéndome.
Me pongo color carmesí. Sólo estaba pensando acerca de cómo pasaría mis dedos por tu cabello y me preguntaba si se sentiría suave al tacto. Niego con la cabeza.

Está cargando una bandeja, la cual coloca en la pequeña y redonda mesa de abedul. Me da una taza y un plato, un vaso de agua pequeño y una bandeja que lleva una solitaria bolsita de té etiquetada como Twinings English Breakfast… mi favorito. Él tiene un café que lleva una maravillosa imagen de hoja impresa en la leche. ¿Cómo lo hacen? Me pregunto sin decir nada.

También se compró un muffin de arándanos. Pone la bandeja a un lado, se sienta frente a mí y cruza sus largas piernas. Se le ve tan cómodo, tan a gusto con su cuerpo, lo envidio. Aquí estoy yo, toda torpe y des coordinada  apenas capaz de ir de A a B sin caer de bruces.

—¿Tus pensamientos? —pregunta.

—Éste es mi té favorito.

Mi voz es baja, entrecortada. Simplemente no puedo creer que esté sentada frente a Justin Bieber en una cafetería de Portland. Frunce el ceño. Sabe que estoy ocultando algo. Hago estallar la bolsita de té en la tetera y casi de inmediato la tomo de nuevo con mi cucharilla. Mientras pongo de nuevo la bolsita de té usada en la bandeja, él ladea la cabeza, mirándome con curiosidad.

—Me gusta el té negro y poco cargado —murmuro en tono de explicación.

—Ya veo. ¿Es tu novio?