jueves, 4 de octubre de 2012

Capitulo 2 3/3



—Usted fue adoptado. ¿Hasta qué punto cree que eso afectó su forma de ser?

—Oh, esto es personal. Lo miro, esperando que no esté ofendido. Frunce el ceño.

—No tengo modo de saberlo

Mi interés se ha despertado.

—¿Qué edad tenía cuando fue adoptado?

—Ese es un material de registro público, Srta. Steele. —Su tono es severo. Me sonrojo, de nuevo. Mi.er.da. Sí, por supuesto: si hubiera sabido que iba a hacer esta entrevista, habría hecho alguna investigación. Avanzo rápidamente.

—Ha tenido que sacrificar una vida en familia por su trabajo.

—Esa no es una pregunta. —Es seco.

—Lo siento. —Me retuerzo, y él me hace sentir como si fuera una niña perdida. Lo intento de nuevo—. ¿Ha tenido que sacrificar una vida en familia por su trabajo?

—Tengo una familia. Tengo un hermano, una hermana y dos padres cariñosos. No estoy interesado en extender mi familia más allá de eso.

—¿Es usted gay, señor Grey?

Inhala fuertemente, y me avergüenzo, mortificada. Mi.er.da. ¿Por qué no empleé alguna clase de filtro antes de leer esto directamente? ¿Cómo puedo decirle que sólo estoy leyendo las preguntas? ¡Maldita sea Kate y su curiosidad!

—No____(tn), no lo soy. —Eleva las cejas, un brillo frío en sus ojos. No parece contento.

—Pido disculpas. Está umm… escrito aquí. —Es la primera vez que ha dicho mi nombre.

Mi pulso se acelera, y mis mejillas están ardiendo otra vez. Nerviosa, pongo mi cabello suelto detrás de la oreja.

Ladea la cabeza hacia un lado.

—¿Estas no son sus propias preguntas?

La sangre se drena de mi cabeza. Oh no.

—Esto… no. Kate, la Srta. Kavanagh, compiló las preguntas.

—¿Son compañeras en el periódico estudiantil? —Oh mi.er.da. No tengo nada que ver con el periódico estudiantil. Es su actividad extracurricular, no la mía. Mi cara está en llamas.

—No. Es mi compañera de habitación.

Se frota el mentón en silenciosa deliberación, sus ojos mieles evaluándome.

—¿Te ofreciste voluntaria para hacer esta entrevista? —pregunta, su voz mortalmente tranquila.

Espera, ¿quién se supone que está entrevistando a quién? Sus ojos me queman, y estoy obligada a contestar la verdad.

—Estaba obligada. Ella no está bien. —Mi voz es débil y apenada


—Eso explica muchas cosas.

Llaman a la puerta, y la Rubia Número Dos entra.

—Señor Bieber, perdóneme por interrumpir, pero su siguiente reunión es en dos minutos.

—No hemos terminado aquí, Andrea. Por favor cancela mi siguiente reunión.

Andrea duda, mirándolo. Parece perdida. Él vuelve la cabeza lentamente para hacerle frente y levanta las cejas. Ella se ruboriza de un color rosa brillante. Oh bien. No soy sólo yo.

—Muy bien, Sr. Bieber —murmura, luego sale. Él frunce el ceño, y vuelve su atención de nuevo hacia mí.

—¿Dónde estábamos, Srta. Steele?

—Por favor no permita que lo interrumpa.

—Quiero saber acerca de usted. Creo que es lo justo. —Sus ojos mieles están encendidos con curiosidad. Doble ****. ¿Adónde va con esto? Sitúa los codos en los brazos de la silla y junta los dedos frente a su boca. Su boca… distrae mucho. Trago saliva.

—No hay mucho que saber —digo, sonrojándome otra vez.

—¿Cuáles son sus planes después de graduarse?

Me encojo de hombros, confundida por su interés. Venir a Seattle con Kate, encontrar un lugar, encontrar trabajo. Realmente no he pensado más allá de mis exámenes finales

—No he hecho planes, Sr. Bieber. Sólo necesito superar mis exámenes finales. Para los cuales debería estar estudiando ahora en lugar de estar sentada en tu grandiosa, ostentosa y estéril oficina, sintiéndome incómoda bajo tu penetrante mirada.

—Llevamos a cabo un programa de pasantías excelente aquí —dice tranquilamente. Levanto las cejas con sorpresa. ¿Está ofreciéndome un trabajo?

—Oh. Lo tendré en cuenta —murmuro, completamente confundida—. Aunque no estoy segura de encajar aquí. —Oh no. Estoy reflexionando en voz alta otra vez.

—¿Por qué dice eso? —Ladea su cabeza a un lado, intrigado, un indicio de sonrisa jugando en sus labios.

—Es obvio, ¿no? —Soy descoordinada, desaliñada, y no soy rubia.

—No para mí —murmura. Su mirada es intensa, todo el humor se ha ido, y extraños músculos en lo profundo de mi vientre se aprietan de pronto. Aparto los ojos de su escrutinio y miro ciegamente hacia abajo a mis dedos anudados. ¿Qué está pasando?Tengo que irme, ahora. Me inclino hacia delante para recuperar la grabadora.

—¿Quiere que le enseñe los alrededores? —pregunta.

—Estoy segura de que está demasiado ocupado, Sr. Bieber, y tengo que hacer un largo viaje en coche.

—¿Está conduciendo de vuelta a la Universidad de Washington en Vancouver? —Suena sorprendido, preocupado incluso. Mira hacia fuera por la ventana. Ha comenzado a llover—. Bueno, es mejor que conduzca con cuidado. —Su tono es duro, autoritario. ¿Por qué debería preocuparse?—. ¿Ha conseguido todo lo que necesita? —añade

—Sí señor —respondo, guardando la grabadora en mi cartera. Sus ojos se estrechan especulativamente.

—Gracias por la entrevista, Sr. Bieber.

—El placer ha sido todo mío —dice, educado como siempre.

Cuando me levanto, él se levanta y me tiende la mano.

—Hasta que nos encontremos de nuevo, Srta. Steele. —Y suena como un desafío, o una amenaza, no estoy segura de qué. Frunzo el ceño. ¿Cuándo vamos a encontrarnos otra vez? Sacudo su mano una vez más, asombrada de que esa extraña energía entre nosotros siga ahí. Deben ser mis nervios.

—Sr. Bieber. —Asiento hacia él. Moviéndose con una ágil elegancia atlética hacia la puerta, la abre de par en par.

—Sólo asegurándome de que llegue a la puerta, Srta. Steele. —Me brinda una pequeña sonrisa. Obviamente se está refiriendo a mi anterior poco elegante entrada a su oficina. Me sonrojo.

—Eso es muy considerado, Sr. Bieber —digo bruscamente, y su sonrisa se ensancha. Me alegro de que me encuentres entretenida, frunzo el ceño interiormente, caminando hacia el vestíbulo. Estoy sorprendida cuando me sigue fuera. Andrea y Olivia alzan la vista, igualmente sorprendidas.

—¿Tiene un abrigo —pregunta Bieber.

—Sí. —Olivia se levanta de un salto y recupera mi chaqueta, la cual le es arrebatada por Bieber antes de que pueda entregármela. La sostiene y, sintiéndome ridículamente tímida, me encojo dentro de ella. Bieber sitúa sus manos por un momento en mis hombros. Jadeo ante el contacto. Si nota mi reacción, no dice nada. Su largo dedo índice presiona el botón convocando el ascensor, y permanecemos de pie esperando torpemente por mi parte, fríamente dueño de sí mismo por la suya.


Las puertas se abren, y me apresuro a entrar desesperada por escapar. Realmente necesito salir de aquí. Cuando me vuelvo para mirarlo, está inclinado contra la puerta junto al ascensor con una mano en la pared. Realmente es muy, muy atractivo. Es una distracción. Sus ardientes ojos mieles me miran.

—____(tn)—dice como despedida.

—Justin —respondo. Y gracias a Dios, las puertas se cierran

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