jueves, 4 de octubre de 2012

Capitulo 1 3/3


El ascensor me sacude con una velocidad al límite hacia el piso número veinte. Las puertas se abren y estoy en otro gran vestíbulo, de nuevo, de cristal, acero y arenisca blanca. Me veo frente a otro escritorio de arenisca y otra joven rubia vestida impecable mente de blanco y negro, se levanta para saludarme.

—Señorita Steele, ¿podría esperar aquí, por favor? —Señala a una zona de espera con sillas de cuero blanco.

Detrás de las sillas de cuero hay una espaciosa sala de reuniones con paredes de vidrio y una mesa de madera oscura igualmente espaciosa, rodeada con al menos veinte sillas a juego. Más allá de ellas, hay una ventana que va desde el piso hasta el techo con una vista del cielo de Seattle que deja ver toda la ciudad hacia el Sound4. Es una vista sorprendente y estoy momentáneamente paralizada por ella. Wow.

Me siento, rebusco las preguntas en mi cartera y las reviso, maldiciendo para mis adentros a Kate por no darme una corta biografía. No sé nada de este hombre al que estoy a punto de entrevistar. Él podría tener noventa o treinta años. La incertidumbre es mortificante y mis nervios vuelven a la superficie, poniéndome inquieta. Nunca he estado cómoda con las entrevistas cara a cara, prefiero el anonimato de una discusión grupal en la que me puedo sentar inadvertidamente en la parte trasera de la habitación.

Para ser honesta, prefiero mi propia compañía, leyendo una clásica novela británica, acurrucada en una silla en la biblioteca del campus. No sentada y retorciéndome nerviosamente en un colosal edificio de cristal y piedra.

Pongo los ojos en blanco para mí misma. Cálmate, Steele. Juzgando por el edificio, que es demasiado frío y moderno, presumo que Bieber está en sus cuarenta: delgado, bronceado y rubio para encajar con el resto del personal.

Otra elegante rubia impecablemente vestida sale de una gran puerta a la derecha. Respirando hondo, me pongo de pie.

—¿Señorita Steele? —pregunta la última rubia.

—Sí

—El Sr. Bieber la verá en un momento. ¿Puedo tomar su chaqueta?

—Oh, por favor. —Lucho para quitarme la chaqueta.

—¿Le han ofrecido algún refresco?

—Um… no. —Oh, Dios, ¿la Rubia Número Uno está en problemas?
La Rubia Número Dos frunce el ceño y le da una mirada a la joven mujer detrás del escritorio.

—¿Le gustaría té, café, agua? —pregunta, volviendo su atención nuevamente a mí.

—Un vaso de agua. Gracias —murmuro.

—Olivia, por favor tráele a la Srta. Steele un vaso de agua. —Su voz es severa.

 Olivia se levanta inmediatamente y se escabulle tras una puerta al otro lado del vestíbulo.

—Mis disculpas, Srta. Steele, Olivia es nuestra nueva interna. Por favor, siéntese. El Sr. Bieber la verá en cinco minutos.
Olivia regresa con un vaso de agua helada.

—Aquí tiene, Srta. Steele.
—Gracias.

La Rubia Número Dos camina hacia el gran escritorio, sus tacones haciendo eco en el piso de arenisca. Se sienta y ambas continúan con su trabajo.

Tal vez el Sr. Bieber insiste en que todas sus empleadas sean rubias. Me estoy preguntando ociosamente si eso es legal, cuando la puerta de la oficina se abre y un hombre afroamericano alto, atractivo, elegantemente vestido y con cortas rastas sale. Definitivamente me he puesto la ropa equivocada.

Él se da la vuelta y dice a través de la puerta: —Golf, esta semana, Bieber.

No escucho la respuesta. Él se da la vuelta, me ve, y sonríe, sus oscuros ojos arrugándose en las esquinas. Olivia ha saltado de su silla y llamado el ascensor. Parece lucirse al saltar de su asiento. ¡Está más nerviosa que yo!

—Buenas tardes, señoritas —dice él mientras sale por la puerta deslizante.
—El Sr. Bieber la verá ahora.

—Srta. Steele. Puede pasar —dice la Rubia Número Dos. Me pongo de pie temblorosamente, intentando suprimir mis nervios. Recogiendo mi cartera, abandono mi vaso de agua y me abro paso hacia la puerta parcialmente abierta.

—No necesita tocar, sólo entre. —Ella sonríe amablemente.

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