jueves, 4 de octubre de 2012

Capitulo 2




Empujo la puerta para abrirla y entro a trompicones, tropezándome con mis propios pies y cayendo de cabeza dentro de la oficina.

¡Mi.er.da, yo y mis dos pies izquierdos! Estoy sobre manos y rodillas en el umbral de la oficina del Sr. Bieber y amables manos están rodeándome, ayudándome a ponerme de pie. Estoy tan avergonzada, maldita sea mi torpeza. Tengo que armarme de valor para levantar la mirada. Dios mío, él es tan joven.

—Señorita Kavanagh. —Extiende una mano con largos dedos hacia mí una vez estoy de pie—. Soy Justin Bieber. ¿Se encuentra bien? ¿Le gustaría sentarse?


Tan joven… y atractivo, muy atractivo. Es alto, está vestido con un fino traje gris, camisa blanca, corbata negra, rebelde cabello cobrizo e intensos y brillantes ojos mieles que me observan sagazmente. Me toma un momento encontrar mi voz.

—Um… de hecho… —murmuro. Si este tipo está en sus treinta entonces estoy completamente sorprendida. Aturdida, pongo mi mano en la suya y nos damos un apretón. Cuando nuestros dedos se tocan, siento un raro y excitante hormigueo recorriéndome. Aparto mi mano apresuradamente, avergonzada. Debe ser la estática. Parpadeo rápidamente, mis pestañas igualando el ritmo de mi corazón—. La Srta. Kavanagh está indispuesta, así que me envió a mí. Espero que no le moleste, Sr. Bieber.

—¿Y usted es? —Su voz es cálida, posiblemente divertida, pero es difícil saberlo por lo impasible de su expresión. Parece ligeramente interesado, pero más que eso, cortés.

—____(tn) Steele. Estoy estudiando Literatura Inglesa con Kate, um… Katherine… um… la Srta. Kavanagh, en la Washington State.


—Ya veo —dice simplemente. Creo que veo el fantasma de una sonrisa en su expresión, pero no estoy segura.

—¿Le gustaría tomar asiento? —Me señala el sofá de cuero blanco con forma de “L”.

Su oficina es demasiado grande para sólo un hombre. Frente a las ventanas que van desde el piso hasta el techo, hay un enorme escritorio moderno de madera oscura en el que seis personas podrían comer cómodamente. Hace juego con la mesa de café junto al sofá. Todo lo demás es blanco: el techo, los pisos y las paredes, excepto aquella junto a la puerta en la que cuelga un mosaico de pequeñas pinturas, treinta y seis de ellas arregladas formando un cuadrado. Son exquisitas, una serie de objetos mundanos y olvidados pintados con detalles tan preciosos que lucen como fotografías. Puestas juntas, son impresionantes.


—Un artista local. Trouton —dice Bieber cuando atrapa mi mirada.

—Son adorables. Elevan lo ordinario hasta lo extraordinario —murmuro, distraída por él y por las pinturas. Inclina su cabeza hacia un lado y me observa atentamente.

—No podría estar más de acuerdo, Srta. Steele —responde, su voz es suave y por alguna razón inexplicable, me encuentro a mí misma sonrojándome.

Fuera de las pinturas, el resto de la oficina es fría, limpia y clínica. Me pregunto si eso refleja la personalidad del Adonis que se hunde con gracia en una de las sillas de cuero blanco frente a mí. Sacudo la cabeza, alterada por la dirección que toman mis pensamientos, y recupero las preguntas de Kate de mi cartera. Después, pongo la mini grabadora y soy tan torpe, que la dejo caer dos veces en la mesa de café enfrente de mí.


El Sr. Bieber no dice nada, esperando pacientemente —espero— mientras yo me avergüenzo y me pongo más nerviosa. Cuando me armo de valor para mirarlo, él me está observando, una mano relajada contra su regazo y la otra ahuecando su barbilla, deslizando su largo dedo índice a través de sus labios. Creo que está intentando suprimir una sonrisa.

—¿Kate, quiero decir, la Srta. Kavanagh, le explicó para qué era la entrevista?

—Sí. Para que aparezca en la publicación de la graduación del periódico escol—Lo lamento —tartamudeo—. No estoy acostumbrada a esto.

—Tómese todo el tiempo que necesite, Srta. Steele —dice él.

—¿Le molesta si grabo sus respuestas?

—Después de que se ha tomado tantas molestias poniendo la grabadora, ¿me pregunta ahora?

Me sonrojo. ¿Se está burlando? Eso espero. Parpadeo hacia él, insegura de qué decir, y creo que le doy lástima porque cede. —No, no me molesta.

—¿Kate, quiero decir, la Srta. Kavanagh, le explicó para qué era la entrevista?

—Sí. Para que aparezca en la publicación de la graduación del periódico escolar dado que seré quien confiera los diplomas en la ceremonia de graduación de este año.

¡Oh! Estas son noticias nuevas para mí y estoy temporalmente preocupada por el pensamiento de que alguien no mucho mayor que yo —de acuerdo, quizá seis años o algo así, y bien, mega exitoso, pero aun así— va a entregarme mi diploma. Frunzo el ceño, trayendo mi caprichosa atención de vuelta a la tarea que tengo en mano.

—Bien. —Trago nerviosamente—. Tengo algunas preguntas, Sr. Bieber. —Acomodo un mechón rebelde de mi cabello tras mi oreja.

—Pensé que las tendría —dice, inexpresivo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario